Últimamente me encuentro todos o
casi todos los días artículos referentes a Educación y sus quejas, a niños
estresados, montañas de deberes a comportamientos preocupantes de los niños y a
profesores cansados de tanto ir y venir.
Más allá de mejorar las
situaciones; nuevas corrientes de escuela y nuevas comparativas con modelos de
países en plena revolución educativa se alojan en nuestras vidas creando una
ansiedad al profesorado dando a conocer que no somos tanto, que conseguimos
poco.
Algunos desbancan del todo la
vieja escuela, algunos se centran y apuestan por una educación de libertad
libertinajeada. Algunas escuelas están enfocadas a conseguir objetivos muy
ambiciosos y confunden a los alumnos con trabajadores y otros un “laissez-
faire” y que el propio niño construya su propio aprendizaje.
Realmente y con todos estos
movimientos que van y vienen, que se sumergen en nuevos métodos linguisticos
experimentales y no experimentales se pierde en parte la esencia del profesor.
Y digo en parte porque si algo valoro de cada maestro o profesor es la manera
de enganchar a los alumnos, de hacértelos tuyos, de hacer de los deberes un entretenimiento.
No recuerdo una infancia “cargada”,
ni “estresante”. Recreos de juegos tradicionales: la goma, la cuerda, jugar a
pillar, coger palos y hacer un río en la tierra y acabar de barro hasta encima
de la rodilla por haber jugado a las cocinitas. El colegio era para divertirse
y aprender era un placer para aprovecharlo en equipo.
En este caso, me siento
privilegiada por haber tenido una infancia y una educación de escuela pequeña.
En mi pueblo, en Murillo el Fruto y en la “Casa- Grande”. Ese ha sido mi
colegio. Un edificio del S:XVII en el
cual estaba todo: Colegio, Ayuntamiento, Farmacia, las Salas de reuniones.
No he concebido nunca el aprendizaje como ninguna carga. La única carga
existente era la de la mochila con los libros, y fue todo un invento el ponerle
ruedines para “descargarnos” de un peso “real”.
Porque criticamos cada vez más y apreciamos cada vez menos. Porque progresivamente
la figura del profesor se va diluyendo y ya no es la palabra del profesor a
favor de “hacer aprender al alumno de una situación”. Es la palabra del
profesor contra viento y marea.
Y en el post de hoy, me he alejado un poco de las bodas y me he centrado en algo que realmente me “preocupa”,
y es la labor de “enseñar”.
Enseñar en términos generales. No existe mal método, no existen niños
difíciles por naturaleza, no al libertinaje, ni tampoco a la rigidez. Y hoy en
parte quiero recordar y homenajear a todos los “BUENOS MAESTROS Y PROFESORES”
que realmente lo hicieron bien.
Aunque hoy no sea el día del profesor, me siento con la necesidad de
quitarme el sombrero por mis compañeros maestros y por aquellos que se
esfuerzan en educar cada día mejor. Por esos que trabajan y luego van a otros
lugares a seguir aprendiendo, ya sea un idioma, ya sea lo que sea. Ser maestro
es una de las profesiones más gratificantes y valiosas y aunque en muchas
ocasiones nos lo ponen difícil, siempre volveremos a intentar todo de nuevo.
Nos vemos pronto
Un saludo
Sara
Nos vemos pronto
Un saludo
Sara
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