lunes, 17 de noviembre de 2014

CUESTIÓN DE EDUCACIÓN

Últimamente me encuentro todos o casi todos los días artículos referentes a Educación y sus quejas, a niños estresados, montañas de deberes a comportamientos preocupantes de los niños y a profesores cansados de tanto ir y venir.

Más allá de mejorar las situaciones; nuevas corrientes de escuela y nuevas comparativas con modelos de países en plena revolución educativa se alojan en nuestras vidas creando una ansiedad al profesorado dando a conocer que no somos tanto, que conseguimos poco.

Algunos desbancan del todo la vieja escuela, algunos se centran y apuestan por una educación de libertad libertinajeada. Algunas escuelas están enfocadas a conseguir objetivos muy ambiciosos y confunden a los alumnos con trabajadores y otros un “laissez- faire” y que el propio niño construya su propio aprendizaje.

Realmente y con todos estos movimientos que van y vienen, que se sumergen en nuevos métodos linguisticos experimentales y no experimentales se pierde en parte la esencia del profesor. Y digo en parte porque si algo valoro de cada maestro o profesor es la manera de enganchar a los alumnos, de hacértelos tuyos, de hacer de los deberes un entretenimiento.

No recuerdo una infancia “cargada”, ni “estresante”. Recreos de juegos tradicionales: la goma, la cuerda, jugar a pillar, coger palos y hacer un río en la tierra y acabar de barro hasta encima de la rodilla por haber jugado a las cocinitas. El colegio era para divertirse y aprender era un placer para aprovecharlo en equipo.

En este caso, me siento privilegiada por haber tenido una infancia y una educación de escuela pequeña. En mi pueblo, en Murillo el Fruto y en la “Casa- Grande”. Ese ha sido mi colegio. Un edificio del S:XVII  en el cual estaba todo: Colegio, Ayuntamiento, Farmacia, las Salas de reuniones.

No he concebido nunca el aprendizaje como ninguna carga. La única carga existente era la de la mochila con los libros, y fue todo un invento el ponerle ruedines para “descargarnos” de un peso “real”.

Porque criticamos cada vez más y apreciamos cada vez menos. Porque progresivamente la figura del profesor se va diluyendo y ya no es la palabra del profesor a favor de “hacer aprender al alumno de una situación”. Es la palabra del profesor contra viento y marea.
Y en el post de hoy, me he alejado un poco de las bodas y  me he centrado en algo que realmente me “preocupa”, y es la labor de “enseñar”.

Enseñar en términos generales. No existe mal método, no existen niños difíciles por naturaleza, no al libertinaje, ni tampoco a la rigidez. Y hoy en parte quiero recordar y homenajear a todos los “BUENOS MAESTROS Y PROFESORES” que realmente lo hicieron bien.



Aunque hoy no sea el día del profesor, me siento con la necesidad de quitarme el sombrero por mis compañeros maestros y por aquellos que se esfuerzan en educar cada día mejor. Por esos que trabajan y luego van a otros lugares a seguir aprendiendo, ya sea un idioma, ya sea lo que sea. Ser maestro es una de las profesiones más gratificantes y valiosas y aunque en muchas ocasiones nos lo ponen difícil, siempre volveremos a intentar todo de nuevo.  

 Nos vemos pronto
Un saludo

Sara

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